ARTE EN SÍ


Arte en sí

El concepto de arte es de los más comunes y más difíciles de aclarar, pues ¿qué es propiamente aquello a lo que llamamos arte? ¿Qué es lo que hace que una cosa sea llamada arte? La definición clásica del arte es la que dice que se trata de una actividad en la que se recurre a ciertas facultades sensoriales, es decir, arte puede ser la manifestación espiritual del hombre, y aquí espiritual se refiere a sensaciones, no tanto a percepciones sino a sentimientos. Se llega a decir que el arte arraiga o contiene lo más profundo del ser humano, su más íntima esencia, que es la de expresarse de diversas formas y para ello es necesario también obtener una técnica, entendida como método a seguir para realizar esa expresión.
Habrá un sin fin de problemas con estas consideraciones acerca del arte, por ejemplo, si afirmamos que el arte es expresión, cabría preguntarse si el arte comunica, si es así, qué comunica, cómo comunica y esos matices por el estilo. Además, si decimos que el arte obedece a una técnica, podrá cuestionarse si y sólo si con la técnica se da el arte.
También se dice que el arte es obra, una creación relacionada con la idea de lo bello. La belleza está en el arte, aunque el arte no tiene que ser siempre bello, pero en la mayoría de los casos una obra de arte se refiere a la belleza o a su contrario. Estoy completamente de acuerdo con la idea de Hegel de que la naturaleza no puede considerarse arte o bella, porque la consideración de la belleza, el juicio sobre la belleza es propio del hombre. Lo bello artístico es juzgado como tal a partir de que es hecho por el hombre y lo que no es hecho por el hombre no es arte. Después de Hegel dirá Samuel Ramos que atribuimos el calificativo de bello y artístico a cosas de la naturaleza por asociación de ideas, por antropomorfismo, como si el hombre viera a la naturaleza a su imagen y semejanza.
Con base en ese tipo de afirmaciones hay quienes dicen que todo es arte, quizás habría que recorrer la historia de la estética para ver como es que cambian las ideas que se tienen sobre el arte y lo bello; sin embargo, podemos decir que la constante siempre va a ser la sensibilidad. Podrá decirse que como el hombre es un ser sensible y ya dijimos que el arte es del hombre, entonces diremos que todo lo que nos rodea puede ser considerado como arte siempre que sea creación humana. No obstante no todo puede ser llamado arte, entonces descubrir qué es el arte a secas es siempre lo más difícil de aclarar.
Hay una polémica interesante que veremos ahora, que se refiere al arte en sí mismo, en la que también se ahonda un estudio estético sobre la definición de arte. Con un estudio estético me refiero a que se aborda el problema del arte desde una visión filosófica, considerando la estética como una rama de la filosofía que se ocupa de las reflexiones acerca de lo que se llama arte y sensibilidad, donde entran a discusión todos esos términos utilizados en el campo del arte como lo bello, la creación, la inspiración, la sensibilidad, la comunicación, etcétera. Pero veamos ahora qué es lo que pasa con el arte en sí, para ello haré un comentario al libro El arte ensimismado de Rubert de Ventos.
Hablar de arte en sí mismo o de arte para sí mismo es algo difícil y polémico sobre todo si se piensa en los movimientos artísticos llamados «vanguardias», que es donde se quieren dar estas pretensiones de un arte sin nada externo a él. Es necesario un estudio histórico de las artes o del arte para poder determinar y polemizar acerca de si existe o no existe, si pudiera o no pudiera existir una funcionalidad para llegar a decir que hay un Arte, con mayúscula, que se basta por sí solo, un arte ensimismado. El problema aparece cuando nos damos cuenta de las dificultades que existen para que un Arte se baste por sí solo o que éste se desprenda de otros elementos que le son ajenos. Ése es precisamente el tema que Xavier Rubert de Ventós trabaja en el libro El arte ensimismado.
Enfocado sobre todo a las llamadas vanguardias artísticas, Rubert analiza el problema del ensimismamiento no sólo en la plástica, sino que llega a abordar las dificultades de la música, la literatura, la fotografía y la arquitectura. Es evidente el amplio y por demás conocido saber del autor sobre estas diversas artes y sus innovaciones hacia una independencia para ellas mismas. El texto comienza con una cita que tal vez sea la que resuma la postura del autor y de su libro y a la que quiere invitar al lector. Esta cita es del filósofo Kierkegaard, dice así: Prefiero ser una concreción que signifique algo antes que una abstracción que signifique todo. En ella, vuelvo a repetir, se encierra el problema del arte ensimismado.
A mi parecer, la discusión de la estética no puede ser mejor ejemplificada que con la plástica, podrán ser muchas las razones pero siempre sobran las muestras en el campo de la pintura y la escultura cuando de estética se trata. Por ello sólo me enfocaré también por la preocupación por la pintura, ya que considero que es donde se aplica más directamente el problema del arte en sí.
El dilema ha sido la muerte de lo figurativo, o peor que la muerte, un cierto desprecio hacia lo figurativo a partir la posguerra de principios del siglo XX, tal vez un poco antes. Menciona Rubert un equivoco descrédito de la realidad, es decir, de pronto el hombre desconfía en que su percepción o intuición natural va a encontrar la esencia de las cosas. Pero ¿por qué un equivoco? Porque si bien el nuevo arte, digamos el arte abstracto, el arte hiperreal o de vanguardia es una negación hacia lo figurativo, mas no a la naturaleza, Kandisky pretendía con el arte abstracto imitar los procesos de la naturaleza en su papel de creadora o figurar su esencia última. En palabras de Rubert «la nueva pintura antes que pintura no figurativa pretendía ser pintura en sí. Entonces más que negarse el arte quería independizarse».
El «nuevo arte» deambulaba sobre las pretensiones de una autonomía, de consolidarse a sí mismo, por sí mismo, para sí mismo. Este fenómeno sobre todo se dio por un instinto de conservación de los mismos artistas plásticos al ver que su trabajo se veía amenazado por otros «medios artísticos» que hacían de la representación real mundana su objetivo, estas artes más técnicas y menos sensibles como la fotografía. En defensa de sus pretensiones de plantear lo real a partir de la sensibilidad humana la pintura se aleja o se pretende alejar de la naturaleza, en ese sentido digamos apoyados en Ventós que la pintura perdió ese dominio exterior que tenía hacia los entes y esencias, por lo que tuvo que replantearse en contra de sus competidores, esto es, hacia adentro, hacia la libertad interna y la autonomía.
Surge pues un nuevo arte, temeroso de la exterioridad, queriendo ser libre, arte puro, arte autónomo, Arte. Por ello pedirá a su creación «objetos» que no remitan a nada más que a su misma presencia, que no signifiquen, que no denoten, que no sugieran, que no se parezcan, simplemente que sean. Se vuelve entonces obra de arte-objeto, obra-ente.
Aquí encuentro un inconveniente, ¿cómo una pintura puede hablar por sí sola? Antiguamente se decía que el arte era la expresión humana, es decir, hablaba el espíritu por medio de la obra de arte, el ser humano se reflejaba en ella, sus miedos, pasiones, pretensiones, pensamientos, estados de ánimo, conciencia, etcétera. El arte era un lenguaje del hombre, conocemos las funciones más burdas del lenguaje, expresar lo que aparece siempre como un medio, de emisor a receptor. Así, el arte, un medio por el cual se manifiesta una infinidad de cosas y del que se reciben infinidad de cosas, es creación humana. En este sentido gracias al arte se aplacan ciertos demonios en el espíritu humano o se manifiestan otros, veamos las esculturas y pinturas egipcias por ejemplo, vinculadas a una mitología, o las pinturas prehistóricas en las cavernas, diciéndonos demasiado sobre los hombres de esa época.
Por otro lado tenemos el arte como medio de aprendizaje con una doble función (que es anterior a la cubista), la creación y la interpretación: simbólica, religiosa —que ya no pretendía el transmitir estados de ánimo, sino enseñanzas específicas enfocadas hacia un tipo de creencias, de simbolismo; por ejemplo la plástica religiosa y el teatro fueron de mucha importancia para la evangelización de América.
Otra visión o estado del arte es la de la funcionalidad estética, o mejor dicho, como adorno, como decorado. Una muestra de ello es la arquitectura, la escultura urbana, los ornamentos corporales, entre otros. Siempre el arte depende de una alineación de lo externo, tiene que significar hacia lo que no es él o desde lo que no es él. ¿Será posible el arte solo? Ésa es la cuestión.
De acuerdo con lo anterior, vemos que la obra plástica siempre tiene y requiere de un elemento externo para su valoración, un símbolo, una inmanencia, una trascendencia; siempre significa, presenta, evoca o decora. En otras palabras, según Rubert de Ventós, la obra presenta significados figurativos, simbólicos o evocativos y decorativos, el nuevo arte que surge pretende evitar estos elementos, mas ¿qué nos quedará si se consuman esas pretensiones?
El primer elemento o significación del arte, la figuración, aparece cuando la obra sugiere a la naturaleza exterior, el nuevo arte pretende no referir nada, no existe la parte media entre el hombre y el mundo, la imagen no debe evocar lo real, sino sólo ser eso, imagen. Se trata pues de evitar representaciones. La segunda significación del arte, lo simbólico o lo que evoca, es la más peligrosa a evitar en el nuevo arte, porque siempre las formas y los colores sugieren estados de ánimo, imaginación en la que se puede idear infinidad de cosas ante la obra, de manera que el espectador se olvida de ella. Por ello se debe de cuidar en este arte de no representar o crear símbolos que alejen de la obra al espectador.
Un tercer elemento es el decorativo, que sin lugar a dudas como los demás debe evitarse, porque se corre el riesgo al tomar las obras como decoración de un entorno, de que se pierda con el entorno o dentro del entorno que pretende acompañar. No significa nada sin lo que le rodea, sin ese contexto al que está decorando o adornando, aquí la obra no es para ella sino para el entorno. Vemos entonces como una nueva estética vanguardista, innovadora, evita tres grandes enemigos: lo figurativo, lo simbólico y lo decorativo.
Las nuevas artes de vanguardia van en contra de lo establecido y de los cánones viejos y gastados de la estética, dando con ello en el punto final de las artes, la nada, cerrando el paréntesis que se abrió con el arte figurativo y simbólico, culminando en el arte ensimismado: «se acabó el arte». Fue un instante de unos cuantos siglos en la historia del hombre que llegó a su fin por él mismo. De ese modo estamos y a la vez nos enfrentamos ante el arte de nadie, o el arte para nadie y en ese sentido el arte sigue vivo porque ¿quién es él mismo?
Volviendo pues al surgimiento de un arte que quiere ser sólo objeto en sí, éste pretende que el artista sea quien ayude al mundo a surgir al mundo, único revelador. Dice Ventós citando a R. Munier: «el que nombra al mundo por medio del mundo mismo que se dobla así en imagen...; un mundo que se hace en tanto que mundo su propia imagen». El artista ya no va a trabajar colores, ni formas, ni superficies, ni sensaciones y estados de ánimo, la obra será sólo ella misma. Vuelvo otra vez a la pregunta anterior: ¿cómo una obra de arte debe hablar por sí sola? y agrego ¿debe hablar una obra en este nuevo arte que pretende la autonomía total?
Si de alguna forma el arte ha llegado a ser en sí mismo, esto ha sido la muerte de él mismo, no ya a la manera hegeliana de una dialéctica en la que el arte surge de la muerte del arte o de la negación del anterior arte, sino más bien, porque llega el momento en que cualquier cosa cobra vida y de pronto todo se vuelve arte en sí y para sí. Cuando cualquier cosa es arte y ya no hay arte, ¿cómo podemos distinguir ahora lo que es arte de lo que no es, si no podemos o no es posible —de acuerdo a las pretensiones del arte ensimismado— que interpretemos la obra de arte? En el momento en que la obra pretende volverse objeto, ¿dónde queda el artista, el autor, el supuesto creador? ¿El hombre ya no querrá decir nada, no quiso decirlo, no supo decirlo o terminó de decirlo? ¿Querrá sólo tirar de la cortina que esconde la totalidad?
No creo posible un arte para sí o en sí; a menos que estemos de acuerdo en que la obra de arte es siempre subjetiva y el hombre otorga toda la polémica de evocaciones, significados, denotaciones y demás subjetividades a la obra, si es así entonces no será un arte nuevo, ni una vanguardia, ni logrará su libertad y autonomía. También podemos decir que en la obra de arte hay siempre un espectador y un creador, que como seres humanos, son simbólicos, otorgan significados y que un arte ensimismado nunca podrá ser. Por ello las palabras de Kierkegaard en Rubert de Ventós resumen lo dicho: Prefiero ser una concreción que signifique algo antes que una abstracción que signifique todo. Porque el todo se puede confundir con la nada o porque el todo no existe igual que la nada, no existen fuera de la mente.


OLIVER EDUARDO LOPEZ, UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE ZACATECAS, MÉXICO. suceso60@hotmail.com

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