De lo territorial en el arte


De lo territorial en el arte
Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal



     El presente trabajo pretende ser un primer acercamiento a la relación entre las artes visuales y el contexto geográfico, haciendo especial énfasis en aquellas transformaciones clave para la comprensión del arte contemporáneo dentro de la llamada sociedad de información. Si bien no asistimos a la mundialización de imaginarios culturales, por lo menos sí de sus redes de intercambio. Y es que en el contexto de las nuevas tecnologías de información, las posturas críticas respecto a una supuesta influencia homologadora en la construcción de discursos visuales, pueden servirnos para hacer planteamientos particulares sobre las correspondencias entre los modelos económicos globales y algunas tendencias estéticas precisas. Bernard Cornu define este contexto:

L’expression <<societé de l’information>> comme celle de <<societé industrielle>>, recouvre tout á la fois des innovations techniques, des contenus, des pratiques et des programmes d’action publique et privée. Dans <<la societé de l’information>>, on Pert repérer une double imposition: celle des techniques médiatiques qui enserrent toutes nos activités dans un réseau de plus en plus dense; celle de l’économie de l’immatériel oú la connaissance est avant tout facteur d’efficacité et de performance. (Cornu, 2005, 9)

     En el caso concreto de las artes visuales, asistimos a un periodo de franca interdependencia con respecto a otros ámbitos de lo social. Por un lado la cultura se institucionaliza a través de mecanismos de promoción y control estatales, pero también se regula para proyectarse fuera de los límites geográficos, al tiempo que los procesos creativos incorporan cada vez más el uso de nuevas tecnologías y la transmisión de datos. Tal pareciera que el arte de las sociedades de información fuera el arte de la documentación y la transmisión en tiempo real. Lo que se filtra de tal circunstancia es un sentimiento, en algunos casos de temor y en otros de simpatía, por la “desterritorialización” de las artes y el desplazamiento de su sentido.

     Para Tom Sherman:
     There is a lot of anxiety today about information overload, corporate control of the news, and commercial propaganda flooding the expanding global technological infraestructure. People seem to feel they are coping, but they fear being overwhelmed in the near future as networks increase their saturation of mediated images, sounds, stories – a plethora of calculated manipulations.
The information bomb exploded in the early 1990’s, when computer networks attained a critical speed and scale, flipping the gates wide open to unleash a torrent of blinding, deafening code – a thunderous explosion of advertising, entertainment, voice, and data. Now, we must negotiate continuous, relentless input. We have become the organic components of an integrated global data and information system. (Sherman, 2002, 2)

     En ese sentido, la pregunta fundamental sería cómo se construye el sentido de territorialidad en las artes. No se trata ya de hablar de la industrialización de la cultura (Adorno, Horkheimer, 1985), ni de la “disneyficación” de la actividad humana planteada por Baudrillard (1996). Y es que las condiciones del arte actual sobrepasan cualquier enfoque discursivo, lo mismo que el análisis simple de las relaciones entre la tecnología y las formas. Si bien hay que distinguir entre el arte como parte de la producción cultural singularizada y aquello que propiamente constituye el mercado del arte, lo que podemos observar es una compleja red de estratificaciones y jerarquías de valor. Se trata de un modelo de interconexiones que en muchos sentidos ha venido a marcar la pauta de lo que llamamos economía del conocimiento.

     Aunque durante el siglo veinte hubo una serie de modificaciones en cuanto a formatos, materiales, temáticas, así como respecto a la cantidad de imágenes producidas (tal vez los aspectos más visibles en el desarrollo del campo de las artes), han ocurrido transformaciones de orden mayor cuyas implicaciones se describen como sigue:

1.      Autonomía campal. Si bien se trata de una construcción filosófica y discursiva, su importancia relativa es importante en términos de las prácticas sociales específicas. La libertad creativa de los artistas durante los siglos XIX y XX no tiene precedentes dentro de la historia del arte, incluso la relación entre el proceso creativo y otros ámbitos de las humanidades y las ciencias queda a discreción de los propios autores (Cfr. Foucault, 1977). La noción de territorio se subjetiviza a favor de la universalidad de la obra.

2.      Relevancia de lo cognitivo sobre lo representacional. Una consecuencia directa de la autonomía social del arte que se manifestó durante todo el siglo XX; el artista se ve obligado a construir un discurso propio y a desarrollar formas estéticas que apunten hacia la formación de nuevas maneras de percibir la realidad (Cfr. Richards, 1996). Incluso aquellos movimientos artísticos establecidos como política de estado, como el realismo socialista y el muralismo mexicano, tienden a la transformación de la conciencia de quien observa. La actividad artística consolida su universalidad pero se hace presente el debate sobre la identidad.

3.      Surgimiento de “la caja blanca” (estandarización de la exhibición y resguardo). Cuando el afán clasificatorio del siglo XIX se cruzó con el desarrollo económico del siglo XX, las galerías y museos dejaron de operar a partir de un principio de acumulación y se convirtieron en “cajas blancas”, espacios limpios y libres de elementos arquitectónicos a fin de propiciar el diálogo entre la obra y el espectador (Cfr. Fitzpatrick, 2004). Paulatinamente las “cajas blancas” se transformaron en espacios de exhibición. En términos más contemporáneos, las galerías privadas son consideradas puntos de venta, y la resonancia cognoscitiva de su estructura dialógica, ha influenciado recientemente otras esferas del comercio, de modo tal que el concepto de galería se vincula directamente en la actualidad con el consumo especializado.

4.      Legislación sobre derechos autorales. Se trata de una invención reciente en términos históricos, y representa un parte aguas jurídico en el desarrollo futuro de las economías del conocimiento. El concepto de propiedad intelectual protege las ideas, las soluciones innovadores, las formas estéticas y el uso de lenguajes y recursos técnicos. Se trata de un tipo de legislación que si bien protege contenidos, propicia una mayor apertura de los mercados simbólicos al posibilitar su intercambio de manera más extendida, toda vez que permite generar utilidades más allá del mero intercambio material, como en el caso de las patentes y franquicias.

5.      Consolidación de las grandes colecciones estatales y surgimiento de las colecciones corporativas. Un asunto que podría considerarse dicotómico, en tanto abarca cierto proteccionismo y conservación de las identidades, en el caso de las colecciones estatales, y la compra venta de obras de arte como inversión dentro del mercado de valores, en el caso de los fideicomisos privados.

6.      Mundialización del mercado del arte. Como consecuencia del punto anterior, el mercado se consolidó desde el principio a escala mundial, gracias a los coleccionistas privados, pero principalmente a través de los acervos de los grandes museos, lo que supone una intricada red de curadores, críticos, valuadores, vendedores y conservadores que trabajan de manera conjunta para el estudio, intercambio, exhibición y documentación de obras específicas. Hoy por hoy, realizar una exposición a gran escala implica una serie de recursos legales, seguros de obra, contratos de préstamo, renta o resguardo, traslado, importación y exportación.

7.      “Desmaterialización” de la obra (desarrollo de formas no objetuales). De manera paralela a la consolidación de los grandes mercados del arte, ha surgido la tendencia a crear obras no objetuales o incluso efímeras. Desde el momento en que apareció la primera obra de arte documental, se hizo inminente la necesidad de ir incorporando nuevos recursos tecnológicos para su exhibición y resguardo. En el caso de las obras de instalación o intervención en sitios específicos, la producción y documentación está supeditada a una serie de permisos legales y planes de financiamiento que en la mayoría de los casos trascienden las fronteras nacionales. Un ejemplo de esto sería el trabajo de la artista francesa Orlan (Orlan, 1996), cuyo trabajo consiste en realizar una serie de cirugías plásticas en su rostro en distintas partes del mundo, lo que requiere de permisos especiales y el uso de un pasaporte diplomático que le permita cruzar por los puertos aéreos sin que el cambio constante en sus facciones represente algún impedimento. Muchas de las obras de arte más contemporáneas implican también el manejo de bases de datos, proyecciones, documentos, transmisiones de información específica vía satélite o internet, hologramas, software y streaming media, lo que supone la trascendencia de los espacios tradicionales (el museo o la galería) y la integración cada vez mayor de los artistas y curadores a las principales redes de transmisión de datos.

8.      “Dictadura” del curador. Con el advenimiento de las grandes bienales del arte global (Venecia, Sao Paulo, Berlín), la figura del curador ha adquirido especial importancia. En la mayoría de los casos se trata de muestras conceptuales que requieren de una serie de trabajos de investigación previos a la exhibición o incluso la creación de las obras de arte. De modo que en muchos de los casos, es el curador quien decide no sólo lo que se expone, sino lo que se produce. El trabajo por encargo, que caracterizó al arte del Renacimiento, se ha actualizado en nuestros días a través de esta dinámica. Ahora es común que curadores provenientes de distintas partes del mundo trabajen en conjunto para determinar las características de una exhibición, ya sea por medio de residencias temporales o haciendo uso de la comunicación a distancia.

9.      Establecimiento de franquicias. De manera más reciente, museos y fundaciones han comenzado a establecer franquicias en otros países, ya sea colaborando en la creación de nueva infraestructura para sus colecciones, o aportando recursos y capital humano y financiero. Ejemplos de esto serían Museos como el Guggenheim, el MOMA y el Thissen-Bornemiza, o fundaciones como la Rockefeller, La Caixa y Telefónica, o instituciones de índole eminentemente nacional como el Instituto Goethe, el British Council y la Alianza Francesa.

     Las tendencias más contemporáneas como el net-art y el conceptualismo establecen un distanciamiento con respecto a las formas más tradicionales, en el sentido en que actualizan dinámicas comunicativas que profundizan en el sentido de la técnica como un proceso capaz de propiciar emergencias en terreno de lo perceptivo y lo cognitivo. Si bien hay que distinguir las características del campo en función de sus aspectos fundamentales, el proceso de creación de las obras y aquellos inherentes a su intercambio, no podemos hablar de políticas globales, pero sí de una movilidad especulativa que opera en términos prácticos.

     Para Tom Sherman:
Navigation is not just the utility of moving users efficiently and effectively through content; it follows conventions and carries cultural associations as a process. Aesthetics are the glue between form, process, and content. Nuances and subtle twists and turns acumúlate into real substance. Analogies and metaphors are constantly being created in the process of information exchange. (Sherman, 2002, 36)

     En efecto, la cuestión estética ha trascendido el campo de las artes para convertirse en un elemento clave para la producción objetiva de bienes y servicios en el marco de las economías del conocimiento. Las técnicas obedecen a una reinvención continua, lo mismo que los soportes y la constitución de los discursos, pero el carácter objetual de las obras, así como su distribución, atienden principalmente a cuestiones del mercado. Y aunque no podemos hablar de los circuitos de galerías privadas y casas de subastas como una prolongación del sector detallista o incluso de servicios, debemos atender a ellas como una suerte de caracterización sui generis del sistema de mercado; en tanto por la profesionalización de sus dinámicas organizativas, como por su capacidad de asimilación y estandarización de sus procesos internos y comunicaciones a escala global.

     Es justamente la noción de proceso lo que más está impactando la creación artística contemporánea, lo mismo que el establecimiento de canales para su distribución y consumo. Al explicar las bases que fundamentaron el proyecto inSITE2000, que implicó una serie de residencias y foros interdisciplinares no directamente vinculados con las artes, Carmen Cuenca y Michael Krichman señalan lo siguiente:

Al tomar a la ciudad como laboratorio, inSITE2000 cuestionará los conceptos que han orientado las versiones anteriores de inSITE, así como exposiciones internacionales similares, entre ellos lo que es una obra in situ, la interacción con la comunidad, la práctica artística y el espacio público.
En el modelo de laboratorio, lo importante es el proceso, no el objeto. El papel del público cambia de ser espectador a convertirse en un co-investigador. Las instituciones, que dejan de ser simples espacios para exposición, también se convierten en co-laboratorios. Más que simplemente ingresar al espacio urbano, las obras de los artistas lo transforman.
¿Si las ciudades son laboratorios, si los artistas son laboratoristas, y si el público le infunde energía a los nuevos significados culturales, cómo le darán visibilidad estas imaginaciones al paisaje urbano? ¿Cómo será transformado el conocimiento de la ciudad? (Cuenca, 2000, 59)

     Ciertamente uno de los aspectos más importantes en el desarrollo del arte contemporáneo es la manera en que se construyen nuevos sentidos de comunidad y temporalidad. Toda obra de arte está revestida de consideraciones espacio temporales, pero al ingresar a los sistemas de mercado, su temporalidad, así como su localización visible, cambia en función de su desplazamiento geográfico y las dinámicas de valoración correspondientes.
     Un ejemplo de esta situación lo constituye Ghosts Are Everywhere, el proyecto más reciente de los artistas norteamericanos Katie Herzog y Marc LeBlanc. Localizados en una zona rural del norte de California (San Ardo, al norte de San Luis Obispo), han comenzado a trabajar en una suerte de galería nómada cuya finalidad primordial es ofrecer obras de arte accesibles a públicos mayores que aquellos vinculados con los sectores más tradicionales del mercado. Lo interesante del proyecto va más allá de su propuesta obvia, y tiene que ver precisamente con el hecho de considerarse, al mismo tiempo, una empresa curatorial y dentro del sector “retail”, pero sobre todo en el concepto de su localización. Para Dodge y Kitchin:

In traditional conceptios of community, place is considered of importante alongside factors like common ties and social interaction. The community, however, is characterised by Duch factors as personal intimacy, moral commintment and social cohesión. Luke (1993) argues that territorial communities are now little more than geographically-defined and administered land units which consist of atomised individuals who share little common historical consciousness or beliefs. (Dodge, 2000, 35)

     San Ardo podrá ser una zona rural, pero está ubicada dentro de uno de los polos de mayor desarrollo para la economía del conocimiento. Esta localización estratégica, conectada a los grandes centros urbanos de la costa oeste de Norteamérica, implica también una integración tácita a las principales redes de información y transmisión de datos. La idea de una “tienda” on-line, dedicada exclusivamente a la distribución al menudeo de piezas de arte dirigidas a un público mayor, con menor poder adquisitivo que el tradicional; refuerza no sólo las tendencias económicas globales, sino que apunta hacia la construcción de una nueva espacio temporalidad de la obra (vía el consumo especializado fuera de los circuitos tradicionales, pero integrado en redes), lo mismo que al desarrollo de nuevas comunidades y formas de organización.

     Podemos concluir que ante el peso de las industrias culturales y la validez epistemológica de la individualidad creadora, estas organizaciones tienden a desarrollarse en un ámbito de tensión entre la estética y el desarrollo tecnológico. Constituyen, por tanto, un tipo distinto de espacio (llámese civil, público o privado) que media entre el internacionalismo artístico y las dinámicas de las grandes esferas económicas. Al transitar entre tres tipos diferentes de valor (simbólico, de uso y de cambio) que representan tres formas distintas de abstracción, la visibilidad del mercado del arte comienza a adquirir nuevas cualidades que bien merecen una reflexión más atenta a fin de establecer variables específicas.



BIBLIOGRAFÍA

1. ADORNO, Thodore y Max Horkheimer, La industria cultural. En BELL, Daniel et.al. Industria cultural y sociedad de masas. Monte Ávila, Caracas, 1985
2. BAUDRILLARD, Jean, Disneyworld Company. En C-Theory, www.ctheory.net/articles.aspx?id=158, Concordia, 1996
3. Cornu, Bernard, Vous avez dit "société de l’information"? En La "Société de l’information": glossaire critique, La Documentation Française, Paris, 2005.
4. CUENCA, Carmen y Michael Krichman, inSITE. En Primer simposio internacional de teoría sobre arte contemporáneo, SITAC/Conaculta, México, 2001

5. DODGE, Martin y Rob Kitchin, Mapping Cyberspace. Routledge, London, 2000
6. FITZPATRICK Devin Marie, The Interrelation Of Art And Space: An Investigation Of Late Nineteenth And Early Twentieth Century European Painting And Interior Space. Washington State University, 2004.
7. FOUCAULT, Michel, What Is An Autor? En BOUCHARD, Donald F. Ed., Language, Counter-Memory, Practice. Cornell University Press, Ithaca, 1977, pp. 124-127
8. ORLAN, This Is My Body, This Is My Softwear. En Fiction Internacional No. 29, San Diego State University, 1996, pp. 81-94
9. RICHARDS, Ruth, Does the lone genius ride again? Chaos, creativity and community. En Journal of Humanistic Psychology, No. 2, Vol. 36, 1996, pp 44-60
10. SHERMAN, Tom, Before And Alter The I-Bomb: An Artist In The Information Environment. The Banff Centre Press, Banff, 2002.

Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal es maestro en Estudios y Proyectos Sociales. Ha publicado Sarcófagos (1993), Nortes (1994), Berlín 77 (2004) y Toros (2005). Es profesor de la Escuela de Arles de la Universidad Autónoma de Baja California.

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