Por Muzz
Música
clásica y buena música.
-¡Imagínate, yo que escucho pura música
clásica!- dijo mi tío con aires de erudición mientras sonaba Pedro Navaja y los
asistentes bailaban en la fiesta, yo pregunté a qué se refería y el comenzó a
darme una explicación tan larga, que
hubiera inevitablemente muerto de aburrimiento de no tener una cerveza en la
mano. Lo cierto es que definir la música que así se adjetiva ha sido tema de
constantes discusiones; los musicólogos no logran ponerse de acuerdo.
Así, “Clásico”
es un periodo específico en la historia de la música, con lineamientos propios
y distintivos, no podemos entonces nombrarla de esa forma. Hay quien la llama
música culta, postura que ha generado
gran rechazo de los musicólogos (yo
entre ellos si se me permite) no europeos, pues significaría entonces que el
resto (tómese literal) de la música es inculta. Además, el simple fenómeno de la escucha no genera en sí
más cultura que el estricto proceso de conocimiento y reconocimiento de cada
pieza y los elementos que la conforman. No sabremos más de historia ni de geografía
al terminar de escuchar Madama Butterfly
o un Passacagglia barroco. ¿Música de
concierto? En este subgénero un instrumento solista es acompañado por orquesta,
y por supuesto tampoco es opción. ¡Es
música erudita, es como un suspiro del
alma! Afirman tajantes nuestros exquisitos vecinos que asisten de gala a la
opera del Auditorio Nacional y escuchan
sin tregua La bella durmiente y su
disco de los Valses Célebres (arderé
en el infierno por esto).
Por supuesto, no es necesario mencionar la genialidad
que llevó a Tchaikovsky y a Strauss Jr. ocupar el lugar que tienen en la
historia de la música, y sin la más mínima pretensión comparativa mencionaré la fresca erudición que reboza en
tantos músicos de géneros diferentes. Por dar sólo un ejemplo, aludiré a Juan
Reynoso, el violinista y compositor
mexicano que se ganó el mote de el
paganini de tierra caliente por sus extraordinarias habilidades artísticas. Entonces,
¿cómo podemos llamarla? ¿Por qué es considerada superior por tanta gente?
Para
dar mi opinión comenzaré señalando su
origen europeo, así es, si echamos un ojo a un libro de historia de la música
nos daremos cuenta que ésta se ha gestado y evolucionado en el continente que
nos “dio” lenguaje, religión y costumbres y tal vez escucharla nos haga sentir
tan bien como usar un perfume francés o un abrigo italiano, y no diré más. Por
otro lado, podemos mencionar que para entenderla
sí necesitamos un bagaje que nos permita
desmenuzar sus distintos elementos, éste es el punto medular en su comprensión.
Si estamos acostumbrados a las claras melodías, las prístinas armonías y los inconfundibles ritmos del reggaetón o del pop, por supuesto que nos parecerá
desquiciante y caótica la música de Stravinsky o de García de León, y las suaves
pero a la vez poderosas armonías de Haendel nos resultarán incomprensibles,
pareciéndonos terriblemente aburridas. Podemos entonces hablar de una
superioridad evolutiva de la clásica y que, a pesar de las luces,
coreografías, llamativos vestuarios y agitados ritmos; la comercial contiene en su desarrollo los elementos musicales en su
forma más elemental, pues en ella se utiliza el ritmo y la armonía como lo
hacían ya los ingleses antes del siglo XV, los cuales, como dice
Aaron Copland, “armonizaban en terceras sus cantos populares mucho antes
que el fabordón hiciese su entrada formal en la música artística” y median en
compases exactos. Puede decirse que la
clásica es entonces más compleja y
evolucionada, o sea, que a pesar de lo que creemos Shakira y Robiee Willams
interpretan música primitiva no obstante el envase en que nos la venden, sólo
dando más velocidad a los mismos compases y evidenciándola rítmicamente.
¿De
qué otra forma pudo Silvestre Revueltas provocar en nosotros el hipnótico
transe que experimentamos al escuchar Sensemayá? Seguramente se necesita otro
genio de su clase para responder esta pregunta, nosotros sólo podemos deducir
que lo hizo utilizando un compás de 7/8, complicación rítmica pocas veces vista
en otros géneros y jamás en el comercial. Si no conoces de estos tecnicismos
musicales, te pediré dividir una pieza cualquiera (de música comercial, que
aventuradamente deduciré escrita en 4/4) en secciones de igual duración y
agrúpalas en conjuntos de cuatro segmentos, como continuando con el famoso 1,
2, 3, 4 que chasquea el baterista con sus baquetas antes de empezar a tocar. Lo
que hizo Revueltas fue quitar al tiempo 4 la mitad de su duración, inexactitud
que tiene un efecto inmediato en nuestra percepción, y que sin duda emula el
hipnótico letargo que evoca la serpiente referida por el escritor cubano Sebastián
Guillén, en su famosa poesía Sensemayá.
La enormidad de recursos melódicos,
armónicos y rítmicos de esta clase es tomada por los compositores para expresar
de la forma más cercana lo que quieren decirnos, y aunado a su genio la música
llega a nosotros como una experiencia indescriptible. Entonces, la clásica puede llevarnos a
estados espirituales únicos y diferentes cada vez, sin duda algo no imaginado
con otros géneros; orgasmo musical lo llaman algunos y como el sexual hay que
vivirlo y ninguna descripción será cercana por más intentos que se hagan.
No
quiero con lo anterior decir que la música no
clásica esté excluida de provocarnos esa sensación que nos hace enchinar el
cuero, sólo que en efecto la vivencia es diferente, Ab imo pectore. Podemos acercarnos a esta idea si exploramos la
concepción que tienen de la música los monjes benedictinos, esos que interpretan
cantos gregorianos. Para ellos la música se vincula directamente con lo divino,
hablan con Dios a través de su canto en una especie de trance que los lleva al éxtasis.
Un excelente ejemplo (si no lo digo yo…) aunque nosotros no tenemos por qué enfocarlo
al ámbito religioso.
Podrá sonar todo lo que hasta ahora he escrito
como una apología de la música clásica, y seguramente pensará el lector que
estoy validando el adjetivo de erudita
que le dan los que desprecian cualquier otra forma de expresión. No se
malentienda, la música es cuestión del espíritu y el espíritu no sabe de jerarquías, lo único
que estoy tratando de hacer ver son los diferentes planos vivenciales que
logramos como escuchas y que a través de los cuáles, dependiendo de nuestro
bagaje y gustos, nos conducirá la música de nuestra preferencia. Si te han dicho
que Beethoven es lo mejor del mundo y aunque lo pones en tu casa y en el carro
sólo consigues aburrirte, será entonces para ti “sólo ruido aunque estés escuchando la
mismísima 5a sinfonía” (Palabras textuales del Maestro Ruiz Esparza) pues aún
no la comprendes. Además, no por ser más evolucionada y compleja será
necesariamente la clásica buena o
mejor, como no es mejor ni más gustoso un refinado cuisse de grenouille que unos simples chilaquiles con pollo, crema
y queso rayado.
Así, podemos encontrar obras
mal logradas y opacas, como la desafortunada y apaleada por la crítica Sinfonía
Standing Stone, de Paul Mc Cartney,
que sin duda debe considerarse clásica;
o música fresca y pastosa de otras vertientes como la de la Sonora Santanera ,
que cumple perfectamente con su cometido dentro del género en el que se
desarrolla, y que gracias a su calidad ha dejado de ser, junto con la salsa y
el danzón, música de arrabal, menospreciada por su origen popular en la época en
que la música clásica era sólo para gente alta y refinada. A la ópera se
asistía de gala, de smoking y peinado alto, y aunque los ronquidos acompañaban (¿acompañaban?)
a la orquesta, lo importante era estar y ser visto en Bellas Artes.
La música está más allá de las poses,
prejuicios, clasismos, chauvinismos, malinchismos y demás estigmas que la
acosan, es por sí misma y prevalecerá si su calidad lo permite y merece. Que
¿cuál es la buena?, la respuesta es muy simple y debe ser subjetiva: la que
escuchas, de la que gustas y con la que te emocionas. Sólo debemos cuidarnos de
los “caimanes” que sin ningún fin artístico, disfrazan a un pequeño grupo de
lindas personas y las explotan mediante play
backs de ritmos pegajosos, llamativas
coreografías y presentaciones televisivas sin límite; hasta que simplemente
pasan de moda y desaparecen. A ellos sólo les interesa el negocio y no la
música, ¿qué podrían causar así en nosotros?
Si tú quieres desmenuzar y hacer tuya la
clásica, te recomiendo comenzar con
algo descifrable como el jazz y tratar
de escuchar no solo el cúmulo de sonidos, sino seguir de repente a cada
instrumento de forma aislada, verás que algo sucederá. Luego sigue con algo ligero,
como Valses o algunas pequeñas formas; para
entonces te estará ya diciendo algo. Sigue adelante, la música te dirá por
donde, pregunta qué escuchar e interpretado por quién, lee literatura respecto
al tema, todo eso te ayudará a entender mejor
el fenómeno musical.
Habrás notado que se quedó en puntos
suspensivos el asunto de la definición, seguiré por ahora llamándola clásica,
es sólo que aún no encuentro un mejor término.
Agradezco sus preguntas, comentarios e insultos a:
muzz@mexico.com
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