Alguna vez escuché, no recuerdo dónde,
que si un libro no te gusta es mejor dejarlo de lado. Yo pienso que es verdad. No
vale la pena perder el tiempo con algo
que no llena tus expectativas y, más que eso, que no tiene nada de interesante.
Sin embargo, paradójicamente, en términos generales, en un país como el nuestro
en que no se lee por falta de costumbre y gusto, más que por falta de tiempo u
otros muchos pretextos (llamémosles “factores” para no herir susceptibilidades),
tomar esa regla significaría enterrar cada vez más la verdadera literatura, (que
no significa, entendámoslo de una vez, que sea la más explotada comercialmente).
Porque a estas alturas en que el hábito, y la comprensión de textos es más que
limitada, ese tipo de lecturas se verían, como parecen verse ya, como difíciles,
aburridas, y estoy casi seguro de ello, serían las primeras en hacerse de lado.
Es decir que muchos por no tener la costumbre de leer, y otros por escasos
conocimientos, despreciarían textos no solo clásicos, sino también modernos de
buen contenido, para sustituirlos por una lectura fácil y que no exige
demasiados esfuerzos.
Más ahora con la invasión de autores que, más que pensar
en el contenido de sus libros, piensan en el contenido, sí, pero de sus cuentas
bancarias. Autores que publican libros “Light”, fáciles de leer, comerciales,
llenos de lugares comunes, de temas repetitivos, y de una concepción literaria sin
gran técnica. Libros que se venden por millones y que los hacen cada vez más
ricos. Libros que preocupantemente pasan de voz en voz como “grandes”
recomendaciones literarias (El “Código Da Vinci” sería el ejemplo más
significativo de esto último). Eso no quiere decir de ninguna manera que la
literatura esté peleada con la retribución económica; sin embargo, como
sabemos, muchas veces aquellos que merecen ser “millonarios” por las grandes
obras que legan a la humanidad, viven una vida mediocre, y en algunos casos
peor que eso.
Entonces, ¿quiere decir que si eliminamos toda esa literatura
basura, los clásicos y la buena literatura modera tomarán su lugar y comenzarán
a tener la retribución y afición que merecen? Lamentablemente, odio decirlo, no
lo creo, y he ahí la paradoja. Por horroroso que nos parezca, parece que la
única forma de acercar a nuestra hermosa, y escasa, población de lectores a los
libros, a la lectura, es por vía de la chatarra. ¡Ojo! Eso no quiere decir que
todos los libros que se venden en cantidades masivas son horrendos, y tampoco que
todos aquellos que usan un lenguaje corriente, quizá vulgar (más común en
algunos textos contemporáneos), sean mala literatura. En muchas ocasiones la
construcción dramática requiere el uso de coloquios específicos para que el
contexto de la historia sea veraz y guarde su propia lógica; es decir que sea
coherente. En fin. La buena literatura es variada.
Qué decir de los clásicos:
las mejores historias, los más grandes libros, y los más olvidados. ¿Qué hacer
para rescatar el buen gusto y cerrar el mercado a lo que no sirve? Quizá la
única esperanza está en que los mismos lectores sean el filtro. Sin embargo, ¿cómo
poder detectar cuál es un buen libro si no se tiene la capacidad de discernir
entre la buena y mala literatura? ¿Cómo enfrentarse al mundo de libros sin
ninguna preparación? Ahí comienza el problema. Al no saber por dónde empezar se
opta por dejar de lado la intención de comenzar una lectura, o se toma lo
primero que se ofrece. En ese caso, lo digo con ardor en el estómago, ¿aplica
decir “de los males el menos”? Es decir que, ¿no importa ya lo que lea la gente
con tal de que lean algo?
Yo en lo personal, en mis días de gran apatía pienso:
no. (En los otros días también pienso lo mismo). No sirve de nada. Por que la
gran mayoría de esas lecturas se hacen someramente, sin análisis. Y ya no
digamos para detectar una buena construcción dramática o de contenido, sino
para lo más simple. Para mejorar la ortografía, o aumentar el vocabulario; caso
preocupante en México por cierto.
Entonces, ¿qué es peor? ¿La apatía de la gente o el abuso del mercado
para aprovecharse de eso mismo? Aunque aquí se podría profundizar aún más. Hay
que pensar: ¿Quién es culpable de esa apatía? ¿Si se mejora la educación
básica, y se ataca el problema desde las raíces, desde nuestros niños, mejorará
la situación? Eso sí lo creo. Por que hay muchos factores.
Por un lado tenemos
la educación, y por otro, que casi va de la mano, el padre de todos los
problemas del país: la pobreza. ¿Cómo esperar que muchos puedan comprar al
menos un libro, cuando hay quienes tienen que juntar latas de refresco para
venderlas por kilo y así poder pagar una colegiatura para recibir a cambio una
educación deficiente? ¿Cómo esperar tener más gente preparada cuando sabemos
que alguien desnutrido no tiene la capacidad para concentrarse y poder
aprender? ¡Qué problema! Por otro lado, están todos aquellos que a pesar de
tener los medios, se aferran a un mundo material, de status, en el que
desprecian los libros, consecuencia de una flojera mental enorme, viéndolos
como pérdida de tiempo. (No todos son así, espero, pero ¿cuántos realmente,
cuántos, en este mundo actual, materialista por demás, prefieren los libros a
un celular de moda?)
Los
libros tienen la magia de liberar conciencias, de abrir mentes, y quizá son
ellos mismos la solución para que muchos logremos reflexionar nuestra parte de
culpa. El problema es que no hay modo alguno para obligar a nadie a que lea, ni
para que comprendan la magnitud del
problema y sus consecuencias.
¡Vaya
paradoja!
0 comentarios