La última inocencia: Rosario Castellanos


Heraclio Castillo Velázquez
Meditación en el umbral representa para muchos una síntesis del trabajo poético de Rosario Castellanos. Y es cierto, pues el umbral de su poesía permite al lector dos visiones: el yo que se concibe a sí mismo, una voz interior; y el yo que es percibido por los otros, una voz exterior. Esta antología es tan sólo una selección de la obra poética de la autora, donde coinciden imágenes de una vida cotidiana que adquieren belleza bajo una pluma diestra.
         Castellanos, como Sor Juana Inés de la Cruz, renuevan el arte de la poesía –cada una a su manera–, expresando con el verso la situación, tanto externa como interna, de la mujer. Sin embargo, Castellanos lleva aún más allá   el poder de la escritura al imprimir cualquier escena del individuo moderno –y más, de la mujer moderna–, atribuyendo incluso un lenguaje coloquial, en poemas de contemplación. En esta fusión de horizontes, la autora evoca un paisaje interior que se articula con una descripción de lo cotidiano: lo imperceptible se torna poético.
         ¿Pero cuál es la visión de Castellanos sobre la mujer? Dejemos de lado obras como El eterno femenino o Mujer que sabe latín; en su poesía, Castellanos confirma la figura femenina prototipo de un mundo inventado por el hombre, pero también revela, es decir, por una parte expresa –desde el mundo del hombre, una exterioridad impuesta– lo que una mujer debe ser; por otra, manifiesta lo que una mujer puede ser. Y no sólo eso, la voz interna afirma lo que una mujer también puede ser, la variedad dentro del molde, como escribe en Kinsey Report:

A los indispensables (como ellos se creen)
los puede usted echar a la basura,
como hicimos nostras.

Mi amiga y yo nos entendemos bien.
Y la que manda es tierna, como compensación;
así como también, la que obedece,
es coqueta y se toma sus revanchas.

         A pesar de que tales poemas realizan una nueva configuración de la feminidad, además de criticar a la misma, hay una preocupación constante de Castellanos, como si la voz que expresara y revelara también se contuviera por hablar de lo secreto, lo intratable en un mundo regido por el varón. Así, la voz interior se ve silenciada, que se mueve como la constante figura –muy presente en los poemas de Castellanos– de la flecha: una tensión que está alerta, para atacar o ceder a la presión. Esa voz que, como la flecha, se tensa, a su vez se encuentra en una doble posición: está dispuesta a atacar, pero permanece oculta para hacerlo, como bien expresa la autora en Trayectoria del polvo:

Es inútil correr, precipitarse,
huir hasta inventar nuevos caminos
y también es inútil estar quieto
sin palpitar siquiera para que no nos oiga.

Cada minuto es la saeta en vano
disparada hacia ella,
eficaz al volver contra nosotros.

         ¿Pero qué hay más allá de la mujer que es silenciada, del secreto y de la vida? Castellanos, sí, escribe sobre una verdad que yace debajo de las apariencias, también del otro, del doble que mira y se mira a sí mismo. Sin embargo, no sólo se encuentra la angustia del secreto, también se enuncia a lo largo de sus versos la inquietud por aquello que se pierde. Podríamos deducir que de aquí se desprende una preocupación por el tiempo, pero no lo es precisamente.
         El sentimiento de pérdida es quizás un pretexto para introducir un tiempo que fluye, y que a la vez se estanca, una sucesión de imágenes que sólo conciben el movimiento a partir de la voz que las evoca. Pero hay un elemento recurrente y hasta cierto punto paradójico: la inocencia. Para Castellanos, la inocencia se fragmenta y se pierde conforme se silencia cada vez más la voz interior del individuo, tiene un desarrollo lineal en su vida.
         En relación a la inocencia, Michael Cretu –creador del proyecto musical Enigma– escribe The return to inocence, canción a partir de la que concibe el regreso a la inocencia como un retroceso no sólo en la vida, sino también en la sucesión de épocas históricas, para llegar a un estado de pureza espiritual que no contenga el vicio de lo fragmentario. Para Castellanos, entonces, la última inocencia, por su concepción del tiempo que avanza y no retrocede, corresponde a la muerte, primera y última inocencia si se piensa bien, puesto que es un retorno –se quiera o no– a un estado de no existencia, neutro, innombrable, indefinido, no cognoscible –de momento.
         Si se conjunta los elementos antes dichos, la poesía de Castellanos representa no sólo una voz que permanece estática, que describe el mundo cotidiano; adquiere un fluir con la voz que evoca, que expresa el umbral del individuo al manifestar un yo externo y un yo interno, que se silencia –que es silenciado–, dispuesto a atacar pero también a perecer, aunque en su manifestación verbal esté latente esa inevitable angustia por la muerte, la última inocencia.

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