Acerca de Wild Bunch de Sam Peckinpah

Por Marcos Ignacio Hidalgo Sánchez


Espléndido inicio de película que a modo de preparativo de una increíble carnicería, nos da muestras del buen trabajo de Jerry Fielding pautando la marcha con sonidos marciales; de Lucien Ballard saturando la imagen de colores polvorientos y asoleados; de la cámara lenta de Peckinpah y los múltiples cortes de Lou Lombardo que van multiplicándose conforme el film avanza, nos muestran tres situaciones introductorias distintas (montaje paralelo) que, al detenerse la música, convergen en una violenta masacre llena de emoción y ritmo.

Una violencia gráfica que podrá ser injustificada pero no más que la que se perpetuaba en Vietnam en aquellos años en los que se filmaba la obra. Una violencia arbitraria y absurda tan similar a las razones que desencadenan esta primera matanza del film. Matanza que servirá de metáfora de ese incoherente y contradictorio éxodo que en todo western se emprende en búsqueda de la libertad masculina, de la consolidación de la identidad y la reafirmación de los propios ideales, siempre cabalgando por un sendero lleno de venganza y brutalidad inútil.  

Así es como partimos de un atardecer lleno de sangre, que se abre paso a través del amanecer de nuevas máquinas de la revolución industrial que arribaba en Texas y México, hacia el ocaso de unos forajidos. El amanecer de una locomotora llena de nuevas metralletas y automóviles. Amanece también una juventud que si bien representa la instintiva crueldad del hombre, es muestra de la llegada de una nueva generación de mercenarios cada vez más fríos y mecánicos. El atardecer termina en el inminente declive de unos forajidos que, desde hacía tiempo, ya no tenían razón de ser en este Nuevo Oeste. 

Walon Green y Peckinpah llenan de poesía la anécdota al encarnarnos en hombres descontextualizados que se desvanecen en unos primeros planos, congelados a modo de un esténcil de sus fantasmas. Sin rumbo; cruzando el Río Bravo sin notar diferencia entre el salvajismo que hay de un lado y del que hay del otro. Sin bando; asaltando los trenes de sus compatriotas para llevarle armas a un caudillo mexicano. Sin tiempo; viviendo entre la inocencia de su pasado, la culpa de su presente (v. gr. la traición de Pike hacia Thornton) y la fatalidad de su futuro. E incluso nos sintetizan el drama en los labios de Urueta con la memorable: "Todos soñamos con volver a ser niños, incluso los peores de nosotros; tal vez los peores más que nadie".

Tenemos personajes regidos por un obsoleto código de honor, lealtad y camaradería, que aunque acompañado de valores vacíos y laxos, permanece con un discurso más franco y directo (v. gr. asesinato a sangre fría de Buck por parte de sus colegas) que el de aquél que hipócritamente ostenta la "Liga de la Abstinencia", poniéndole precio al vaso de vino que condenan. Incluso más sustancioso que la simple codicia que guía a los mercenarios que acompañan a Thornton. O aún más trascendente que las bien retratadas -a mi parecer- intenciones ácratas del Mapache -viva imagen de una parte del fenómeno caudillista en México-.    

ensayo sobre wild bunch peckinpah
Sam Peckinpah en el set


Esta narrativa está acompañada con la vista de un paisaje serrano que esconde el advenimiento de la Primera Guerra Mundial. Entre las laderas, las fachadas tipo saloons y las haciendas mexicanas de los años de la revolución, presenciamos el fin de una era y sus héroes. Los colores de Ballard, aportan cargando a los personajes de una estética desgastada y crepuscular. Y las actuaciones transmiten el cansancio y la decadencia del héroe del western, en un reparto conformado por veteranos del género como William Holden, Edmond O'Brien, Robert Ryan y Ben Johnson. 

La película es un viaje por el sinsentido (al modo de lectura existencialista) de estos antihéroes, empezando con la innecesaria muerte de inocentes, pasando por la caída de los alacranes (héroes y caudillos), hasta llegar a las violentas llamas que consumen con voracidad a todas las hormigas (cualquiera de nosotros). Y al final, los ideales de estos viejos, logran completarse a través de la muerte y de los nuevos propósitos de Sykes y Thornton. 

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