Sobre "Un tranvía llamado deseo" de Elia Kazan

Por Marcos Hidalgo Sánchez
El Personaje es el presente de un destino dinámico, donde el cúmulo de ilusiones, anhelos, decepciones, duelos y relaciones con su entorno, se manifiestan a través de su personalidad. Es el cuerpo de un propósito determinado por las circunstancias socioculturales que envuelven a un sujeto. De tal manera que toda caracterización de un personaje, describe y engloba las razones que hacen que éste exista en torno a una historia. Es decir, al situarnos en el Personaje podremos comprender de manera dramática el devenir de la historia a través de sus decisiones y la justificación de su ubicuidad a través de su pasado y sus interacciones con otros personajes.

elia Kazan
Todo personaje nos lleva a un “aquí y ahora”, proyecta un desenlace y se proyecta desde un motivo. Sin embargo, para que esto suceda dentro de una película y que además ayude de forma dramática al desarrollo de la trama, se requiere, de la efectiva construcción de éste. Y a mi juicio, esto sólo se obtiene de la mano de un gran trabajo en los ámbitos de montaje –para lograr tan expresivos primeros planos como los que vemos aquí-; composición fotográfica –para obtener una dialéctica de luz y oscuridad tan presente dentro de estos personajes-; guión –con los personajes tan elaborados y tan memorable narrativa de T. Williams y su acotación visual en esta adaptación cinematográfica-; y por último, la mas notable del tranvía, la actuación –que sin el magistral trabajo de Brando, Vivien Leigh, Kim Hunter y Malden, el proyecto habría sido imposible-. 

Elia Kazan logra entonces llevarnos al clímax del magnetismo de Marlon con cada gesto de Stanley en cada encuadre prolongado y close-up que se le hace. Demuestra que su fórmula del Actor’s Studio, ha surtido efecto al crear actores de esta talla. Hace que el Personaje se convierta en el ocaso mismo de la historia a través de un significativo manejo de la oscuridad para generar suspenso (v. gr. la enigmática aparición de Blanche entre la niebla; la bruma de su pasado) y como símbolo de lo que se oculta (v. gr. Blanche disimulando su edad con ayuda de la penumbra de la casa). Mantiene el guión entre lo teatral y lo visual en admirables escenas como la de Stanley gritando por Stella y su subsiguiente reconciliación, cargada de emotividad, pasión, sensualidad y amor. Y solventa esta sensualidad con el plus del erotismo jazzístico de la banda sonora.

Por último, en la película, como elementos forjadores de la personalidad de nuestros personajes, están presentes la inmigración, la pérdida del estado de confort y puritanismo (valores aristocráticos), el machismo, el patriotismo y su sueño americano, el conservadurismo y la posguerra. Se origina así, una especie de arquetipo conductual que delimita sus interacciones y que se exterioriza mediante su sexualidad.

Prevalece, además un discurso antropológico-psicológico del individuo y sus deseos pulsionales en conflicto con la sociedad sancionadora. Una dicotomía entre la conciencia moral (el ‘superego’) -que surge en todo proceso civilizatorio- y los deseos libidinales (‘id’), lo que en el peor de los casos, arrinconará al ‘ego’ a un constante sentido de culpa, que a su vez lo llevará a un estado de delirio como el que se aprecia al final del film. Para reforzar este discurso, tenemos la constante tensión sexual y verbal entre cada uno de los protagonistas. Hay también múltiples referencias en el guión respecto al deseo y analogías que Blanche establece entre los simios y Stanley.

El tranvía llamado deseo, nos traslada hasta una Nueva Orleans inmersa en choques culturales, rodeada de exceso y crueldad. La sociedad esconde esta crueldad castigando no con la muerte, sino con el ostracismo y disimula la responsabilidad de sus integrantes, señalando nuevos culpables. Se esconde detrás de códigos napoleónicos, puritanismo y difamación. Al final, ésta sabe que provocó el suicidio de Allan al discriminarlo, luego culpo a Blanche de esta muerte y la presionó hasta su locura; intentó disimular la responsabilidad de Stanley, presentándolo impasible jugando al póquer pero no lo logra cuando Stella toma consciencia de la desgracia que le ha traído su personalidad cautiva. Quizás castiga a Stanley o quizás permanece siendo cómplice de su autoridad.
Marcos Ignacio Hidalgo Sánchez

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