Por: Oliver E. López
…Lo que tenemos que hacer, es recordarle a los hombres que ellos
hicieron la historia, y que por tanto pueden transformarla, es decir, devolverle
la dimensión crítica. La crítica de la vida cotidiana, la creación de
situaciones en cotidianidad, es la creación de situaciones alternativas a la
situación que ofrece el sistema, contra lo homogenizador…
…Hay que provocar, establecer un corto circuito y romper ese círculo
opresivo y retomar la acción, retomar el humor, retomar el juego, romper con la
solemnidad, sí, pero sin olvidar la dimensión crítica, contestataria, que
apunte hacia un futuro, en donde los hombres de un modo consciente proyectivo,
puedan establecer la politicidad desde sí mismos, desde abajo a arriba y no
como sucede en el mundo presente, de un modo vertical, desde los grandes
sistemas de poder monopólicos y los grandes capitostes de estado que secuestran
al individuo común y lo envuelven en la fascinación del espectáculo mediático que
es el maquillaje.
Jorge Juanes López Abstracionismo
postpictórico
En el presente
texto resaltaremos los ideales del humanismo renacentista como esenciales en
todo humanismo, señalaremos la necesidad de recuperar el estudio de las
humanidades en la educación, en una época en la que se ha querido olvidar el
humanismo y se ha visto el estudio de las humanidades como una pérdida de
tiempo. De acuerdo con el análisis de Herbert Marcuse a la sociedad industrial
avanzada, ejemplificaremos la manera en que el olvido o el hacer menos a las
humanidades ha degenerado en una sociedad manipulada y cosificada, y que por lo
tanto, es tarea de todos, principalmente de los académicos y los estudiantes
universitarios, defender ese humanismo en vías del olvido total.
Durante los primeros meses del año 2005, en España, se desató una
importante discusión en torno a las humanidades, específicamente sobre la
filosofía. El problema surge a partir de que se promulga la Ley Orgánica de
Educación (LOE) en la que se elimina o se sustituye la enseñanza de la
filosofía en la educación secundaria y bachillerato. La problemática ha tomado
distintos matices; desde los docentes preocupados por su trabajo, hasta las
políticas educativas de un régimen socialista. Además de ello, se han suscitado
las preguntas —tanto por parte de los docentes como de los estudiosos de la
filosofía y la educación— de para qué sirven las humanidades, si es que sirven
para algo, si vale la pena la enseñanza de la filosofía en la educación
secundaria y de bachillerato, si es necesario eliminarla o reducirla; y si la
filosofía o la enseñanza de la filosofía, contribuyen en la formación de las
personas para desarrollar sus capacidades laborales técnicas, intelectuales y
formar «buenos ciudadanos», que es el interés del ministerio de educación
española y de otros países también.
Las protestas y los reclamos de la comunidad filosófica española y la
no-filosófica y no española también, se han desencadenado en los últimos meses.
Marchas, manifestaciones, mesas de discusión, conferencias, comunicados,
publicaciones en los periódicos, para manifestar el rechazo a la nueva ley. La
mayoría de los intelectuales españoles, sino es que todos, rechazan
rotundamente esta nueva determinación educativa. Todo ello no ha hecho más que
enriquecer el discurso filosófico, que se alimenta de problemas y de mostrar
algunas tendencias políticas que también competen a la crítica filosófica.
Bien valdría la pena indagar en los por qué y para qué de un cambio tan
drástico dado por un gobierno socialista, pero eso lo dejaremos por ahora al
margen para intentar dilucidar el porqué son necesarias las humanidades en la
educación y por tanto, para qué la filosofía. Si quisiéramos ser rigurosos al
tratar este tema, tendríamos que, en principio, dejar en claro qué es la
educación, qué son las humanidades, es decir, preguntarnos por la naturaleza de
esta actividad, para después ocuparnos de su valor o uso práctico. Esas
preguntas han sido la discusión eterna, así que agotarla sería igual de eterno;
entonces, para ser más breves y no dar nada por acabado, preguntémonos por el
valor práctico de las humanidades en la educación.
I. El presente
Si el siglo XIX,
entre muchas otras cosas, fue el siglo de la ciencia positiva, el siglo XX es
el desarrollo de la ciencia mediante la técnica y el desarrollo de ésta. La
ciencia aplicada, el saber práctico y la reducción de la persona a un operador
de máquinas constituyen la tendencia de este siglo. El desarrollo de la
economía global es el cenit de las
sociedades y con ello el descubrimiento y progreso de la industria, una
industria, si se quiere, ahora virtual, bélica, donde lo que menos importa es
el «individuo», el «ser humano». Lo que se requiere es producción, ganancia,
competencia económica, resultados; y en ese proceso de globalización económica
la persona resulta ser «cosa»: el gerente, el empleado, el operador, el
soldado.
En este proceso de mercantilización y reducción del individuo, la
educación ha querido y pretende contribuir con ello, de igual modo, la democracia
totalitaria de los países occidentales pone su enorme grano de arena: la
televisión —que con ella sería más que suficiente—, las campañas publicitarias (por
no decir políticas) y la tendencia irrefrenable de promover carreras técnicas e
industrias de poco prestigio y valor humanista.
En pocas palabras, lo que se quiere es técnica, industria y control. Por
ello es que desde la educación —y me refiero a la educación académica, no a la
educación televisiva o familiar, que tiene mucho mayor impacto— se implementen
reformas y programas que fortalezcan el dominio de la práctica, mientras más
práctica más producción, mientras más práctica más control; mientras más
producción y control «mejor nivel de vida». Así es como piensa un estado que se
preocupa por sus ciudadanos, pero, y aquí las inevitables preguntas, ¿es cierto
que más control y más producción hacen una vida mejor? ¿Es cierto que al estado
democrático-totalitario le interesa la vida de sus ciudadanos?
El problema con la tecnificación de las sociedades es que se han olvidado
del humanismo, del pensar, del saber teórico. No se trata de despreciar la
técnica ni el desarrollo científico de estos tiempos, tanta es su influencia y
utilidad que ya sería imposible vivir sin tales avances tecnológicos. El problema
es que el ser humano, el individuo, ha sido olvidado. Asistimos a la crisis del
hombre, de aquel hombre que los primeros humanistas italianos quisieron
dignificar. El humanismo se ha desprestigiado no por lo que es, sino por no
tomarlo en cuenta. La LOE en España, es un claro ejemplo de este desprestigio,
o más bien de este hacer menos al humanismo y por tanto a las humanidades como
cuerpo de disciplinas teóricas.
Quisiera exponer algunos argumentos que muestren la forma en que el
olvido del humanismo y sobre todo el olvido de éste en la educación, ha
provocado la cosificación del ser humano. Pero antes resaltaremos qué es ese
humanismo y en qué consiste, para luego resaltar la importancia que éste tiene
en la educación de las personas y en el desarrollo de las sociedades
contemporáneas. Así que repasaremos un poco la historia en este intento por
comprender qué es el humanismo.
II. El humanismo renacentista
En la Italia de
los siglos XIV al XVI hay una tendencia hacia el pasado, un pasado que había estado
siempre presente, puesto que la sociedad de esa época era heredera de todo lo anterior.
Ese tiempo pasado era Grecia y Roma. Mas no se trataba de volver a ser romanos
o griegos otra vez, sino de recuperar aquellos ideales sobre el ser humano que
desarrollaron los clásicos. Esto significó un renacer, un volver a las ideas,
un volver al hombre. Recordemos que el tópico de la Edad Media es el
oscurantismo, en el cual el ser humano está relegado y condicionado por la
revelación de Dios. Dios es el centro de todo, quien decide y maneja la vida
tanto del hombre como del universo. El hombre debe obedecer, someterse a la ley
divina puesta a su alcance por aquellos elegidos de la providencia: los
sacerdotes. Los primeros humanistas del renacimiento cambiaron un poco esa
concepción. Quisieron, además de recuperar los ideales de la Grecia y Roma
clásicas, recuperar la dignidad del ser humano, dignidad incluso puesta por la
gracia divina.
El primer manifiesto de esta tendencia dignificadora en el primer
humanismo (el del renacimiento) es la Oratio de hominis dignitate,
escrita en 1490 por Pico della Mirandola. Este texto abre, más bien instaura,
la «filosofía del humanismo», esto es, las actitudes que tendrá el hombre ante
la vida, una vida que es de él y para él. Mencionaré un extracto de esta
oración que ilustra la actitud del humanismo y que hasta la fecha sigue siendo
el manifiesto del ser humano por su mundo, por su vida:
Decretó al fin el supremo Artesano que, ya
que no podía darse nada propio, fuera común lo que en propiedad a cada cual se
había otorgado. Así pues, hizo del hombre la hechura de una forma definida, y,
colocado en el centro del mundo, le habló de esta manera:
No te he dado ni una función específica, a
ti, Adán.
Por tal motivo, tú tendrás la forma y
función que desees.
La naturaleza de las demás criaturas, la he
dado de acuerdo a mi deseo.
Pero tú no tendrás límites.
Tú definirás tus propias limitantes, de
acuerdo a tu libre albedrío.
Te colocaré en el centro del universo, de
manera que te sea más fácil dominar tus alrededores.
No te he hecho ni mortal, ni inmortal. Ni de
la tierra, ni del cielo.
De tal manera que tú podrás transformarte a
ti mismo, en lo que desees.
Podrías descender a la forma más baja de
existencia, como si fueras una bestia.
O podrás en cambio, renacer más allá del
juicio de tu propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son
divinos.[1]
En este fragmento encontramos la principal actitud del pensamiento humanista,
se trata de hacerse dueños de todo cuanto hay, resaltando que el hombre tiene
las capacidades y los medios para hacer cuanto él quiera. Este humanismo es la
preocupación por el valor y el sentido de lo humano, que es la esencia del
humanismo.
Para la época del renacimiento italiano, el humanismo comprendía realizar
los estudios de gramática, retórica, historia, poética y ciencias morales;
basados en el cultivo de la filología y el aprecio del texto clásico, en latín
y griego —alejándose así de la tradición Escolástica y la filosofía árabe—.
Asimismo se encaminaba hacia un nuevo concepto de «hombre», más acorde con los
nuevos ideales cívico-humanos de la aristocracia comercial en cuyo ambiente
nace, alejado de los modelos eclesiásticos y nobles o caballerescos de «hombre»
y del modelo medieval de mundo y que pretende inspirarse en la antigüedad
clásica. Este humanismo renacentista recuerda y renueva los antiguos ideales
clásicos de cultura de la antigua humanitas
romana o de la paideia griega.
Etimológicamente paideia significa
educación de los niños, engloba un significado más amplio que abarca todo proceso
de educación o formación y se funde con las nociones de cultura o de
civilización. En sus orígenes, la educación en Grecia tenía un cierto carácter
aristocrático y se basaba en la transmisión de conocimientos de gramática
(lectura, escritura y recitación de poemas), música y gimnasia, dirigidas hacia
la formación militar. Posteriormente fue generalizándose y se dirigió hacia la
formación del ciudadano. Según el filósofo y filólogo alemán Werner Jaeger, que
en 1933 publicó un famoso libro titulado Paideia,[2]
fue este afán educador de los griegos el que decidió la superación de los
modelos bárbaros. Según Jaeger, la cultura, en el sentido general dado a este
término en Occidente como valor e ideal consciente de vida comunitaria, comenzó
solamente con los griegos. Y este progreso decisivo, según él, fue debido al
papel de la paideia, que se forjó sobre
una nueva concepción del rol del individuo en el seno de la sociedad.[3] A
finales del siglo V a.C., bajo la influencia de los sofistas y de Sócrates,
aparecerá una reelaboración intelectual del papel de la educación en la sociedad,
que culminará con la aparición de escuelas filosóficas, como la escuela de
Isócrates, la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles. En estas últimas
instituciones ya no importa solamente la formación del ciudadano y su dominio
de técnicas retóricas, como pretendía Isócrates, sino que la enseñanza y la
educación se realizan en función del ideal intelectual del conocimiento de la
verdad.
De este modo, el humanismo renacentista hace suyo aquel ideal de la paideia, a un tiempo educacional y político,
que figuras como Cicerón y Varrón habían propugnado en Roma en la época de la
República. En una confluencia rica de significados, humanitas llega a indicar el desarrollo, por medio de la educación,
de esas cualidades que hacen del hombre un ser verdaderamente humano, que lo
rescatan de la condición natural y lo diferencian del bárbaro. Con el concepto
de humanitas se quiso denotar una
operación cultural: la construcción del hombre civil que vive y opera en la sociedad
humana. Cada época ha tenido su humanismo, sin embargo, la primera concepción
renacentista es la que subyace en todos los humanismos históricos.
Apuntemos entonces que el humanismo trata de la dignidad del hombre, de
la formación ética-educativa; por consecuencia, incluye en nuestro tiempo la
formación profesional de las personas. Con el paso de los siglos se fueron
forjando sobre esta concepción antropológica o actitud de vida algunas
derivaciones, como humanístico, humanitario y humanidades. Así pues, las
humanidades son —según las afirmaciones de León-Portilla— aquellas ramas del conocimiento, incluyendo el sensible, que más
íntimamente se relaciona con los seres humanos. Las humanidades comprenden el
saber acerca de lo que hemos sido, o sea la historia y en cierto modo también
la arqueología y la prehistoria...[4]
Debemos incluir entonces, en el cuerpo que conforma a las humanidades, a las
ciencias sociales, a la literatura, al arte, el estudio y la reflexión sobre el
lenguaje, entre otras más: ...Pertenece
también a las humanidades cuanto se refiere a las concepciones del mundo, los
mitos y leyendas, así como las elucubraciones de los filósofos que se han
planteado las grandes cuestiones acerca de la posibilidad de decir palabras
verdaderas sobre los enigmas de nuestro ser, la divinidad y el más allá.[5]
Pero no confundamos a las humanidades con una materia o una serie de materias,
ése ha sido el error de las instituciones educativas, por el cual hoy se
desprecian los estudios humanísticos. León-Portilla dirá al respecto:
Hay en nuestro presente quienes se empeñan en
cerrar caminos que llevan nada menos que a disfrutar en plenitud cuanto puede
enriquecer lo más noble del ser humano. Quienes así actúan nos dicen que las
humanidades son ya obsoletas y acercarse a ellas es pérdida de tiempo. No
siendo rentables, el tiempo que se dedica a ellas es inútil despilfarro. Lo que
en verdad importa, nos dicen, es capacitarse para obtener un trabajo
productivo, de esos que te permitan medrar, bien sea en los negocios y hasta,
¿por qué no?, en la política.[6]
Al parecer no se ha querido entender la actitud del humanismo y no se han
querido entender las palabras expresas en la Oratio de ominis dignitate. Se ha dicho, si el hombre es la medida
de todas las cosas, entonces el hombre dice y decide qué es lo que le conviene.
Se exalta al hombre como dueño pero se olvida la dignidad. Las humanidades y las ciencias sociales comparten con otras
disciplinas y áreas de conocimiento la misión de proveer a los individuos y a
las sociedades, capacidades e instrumentos para expandir sus posibilidades de
desarrollo y progreso. En eso ha quedado la reflexión sobre las palabras
expresas por Pico della Mirandola, pero no se ha puesto atención en que esas
capacidades e instrumentos deben estar el alcance de los niveles de bienestar y
convivencia satisfactorios, y el logro de mayores niveles de justicia y
equidad. A la vez, estas disciplinas son responsables de la intelección de
opciones de cambio, la anticipación de riesgos y la definición de proyectos y
cursos de acción posibles y deseables. La
responsabilidad de los científicos sociales y humanistas en el escenario de la
sociedad no se limita al desempeño de una función de producción y diseminación
de conocimientos especializados sino que, al mismo tiempo, comporta compromisos
éticos y políticos con los principales valores del interés público.[7]
Al retomar estas consideraciones, podemos vislumbrar un valor práctico de las
humanidades, su utilidad en la formación de las personas y su necesidad en las
instituciones educativas.
El Humanismo tiene el cautivante mérito de ser no sólo historia sino
también proyecto de un mundo futuro y herramienta de acción actual. Interesa un
humanismo que contribuya al mejoramiento de la vida que haga frente a la
discriminación, al fanatismo, a la explotación y a la violencia. En un mundo
que se globaliza velozmente y que muestra los síntomas del choque entre
culturas, etnias y regiones, debe existir un humanismo universalista, plural y
convergente. En un mundo en el que se fragmentan los países, las instituciones
y las relaciones humanas, debe existir un humanismo capaz de impulsar la
recomposición de las fuerzas sociales. En un mundo en el que se perdió el
sentido y la dirección en la vida, debe existir un humanismo apto para crear
una nueva atmósfera de reflexión en la que no se opongan ya, de modo
irreductible, lo personal a lo social ni lo social a lo personal. Nos interesa
un humanismo creativo, no un humanismo repetitivo; un nuevo humanismo que
teniendo en cuenta las paradojas de la época aspire a resolverlas.
Empecemos por lo reconocible históricamente
en Occidente, dejando las puertas abiertas a lo sucedido en otras partes del
mundo en las que la actitud humanista ya estaba presente antes del acuñamiento
de palabras como «humanismo», «humanista» y otras cuantas del género. En
lo referente a la actitud que menciono y que es posición común de los
humanistas de las distintas culturas, debo destacar las siguientes
características: 1. ubicación del ser humano como valor y preocupación
central; 2. afirmación de la igualdad de todos los seres humanos;
3. reconocimiento de la diversidad personal y cultural; 4.
tendencia al desarrollo del conocimiento por encima de lo aceptado como verdad
absoluta; 5. afirmación de la libertad de ideas y creencias y 6.
repudio de la violencia.[8]
Al principio decíamos que el humanismo se ha estado olvidando, que
gracias a ese olvido o a ese desprecio por las humanidades el ser humano
resulta cosa y que la cosificación del ser humano ha desencadenado un mundo en
el que las personas son las víctimas de todo cuanto se produce en nombre del
progreso, en nombre del bienestar, en nombre de la democracia.
III. La sociedad industrial
avanzada y el olvido del humanismo
Mencionemos ahora algunos puntos importantes sobre esta descualificación
y reducción de las personas. Ya decíamos también que el progreso de la ciencia,
y sobre todo el progreso de la técnica, fueron los factores que desarrollaron
esta deshumanización de la sociedad.
En el año de 1968 aparecía en francés un texto de Herbert Marcuse que
lleva por título El hombre
unidimensional, ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada,[9]
texto en el que el autor denuncia a la sociedad industrial avanzada como una sociedad que controla e integra todas
las dimensiones de la existencia privada y pública,[10] que
asimila fuerzas e intereses opuestos y que administra metódicamente los
institutos humanos. Esta sociedad industrial avanzada es la del siglo XX y XXI,
la que quiere olvidarse del humanismo y de las humanidades. Se trata de una
sociedad globalizada donde los agentes de publicidad fabrican el universo de la
comunicación en el que se expresa el comportamiento unidimensional. Los medios
de comunicación de masas actúan en el sentido de identificación y uniformación
de las expresiones y pensamientos. El universo en el que vivimos es un universo
manipulado, en el cual las formas de pensamiento dialécticas y bidimensionales
ceden lugar a los hábitos de pensamiento sociales y al comportamiento
tecnológico. La sociedad de consumo somete el lenguaje a un tratamiento
seductor y estandarizado. Palabra y lenguaje se impregnan de elementos mágicos,
autoritarios, rituales. La expresión
apunta a la eficacia, el rendimiento y beneficio, y es un poderoso factor de
condicionamiento de los espíritus. La palabra ordena y garantiza, incita a la
gente a hacer, a comprar, a aceptar.[11]
Lo anterior quiere decir que el lenguaje, el habla del ser social e individual,
es secuestrado y manipulado para controlar y enajenar a los individuos:
Simplificación, unificación, inmediatez,
univocidad, funcionalismo, pero también represión y autoritarismo; tales son
los rasgos del lenguaje cerrado en el que nos encierra una sociedad que tiende
por completo a la utilidad y el beneficio. Este lenguaje se difunde por todo el
mundo contemporáneo, lo mismo en el capitalista que en el comunista. Aunque no
transmita ordenes sino sólo información, auque invoque la libertad y no la
sumisión, se convierte de hecho en un poderoso instrumento de control. […] El
discurso político tiende a identificarse con el lenguaje de la publicidad, y la
administración social toma cada vez la forma de la administración, pero de una
administración total que se inscribe en el nivel de las actividades y ocios
cotidianos del individuo. […] De esta manera los placeres llegan a modificar
nuestros gustos y necesidades y —cuando se trata de ocios llamados culturales,
como la televisión, el cine o la radio— a imponer sus esquemas a nuestro
lenguaje y pensamiento.[12]
Tales son las características de la cosificación del ser humano y no sólo
se presentan en torno al lenguaje por medio de la publicidad, sino en todos los
ámbitos y quehaceres de la sociedad. Pongamos otro ejemplo más, el del arte. La
grandeza de un arte y una literatura libres, los ideales del humanismo, la
realización de la personalidad, todos estos valores culturales, que deberían
estar al servicio del hombre, son aprovechados por la sociedad industrial para
asegurar su cohesión. La cultura ya no
garantiza la bidimensionalidad del hombre porque está integrado, dirigido,
triturado por la sociedad de consumo.[13]
Esos ideales de libertad y humanismo se venden con la literatura y el arte que
los vehiculizan. Los medios de masa sólo conocen como denominador común la
forma mercantil y como único valor, el valor de cambio. Lo que nos quiere decir
que los héroes literarios modernos ya no son imágenes de otro modo de vivir,
sino variantes del que se practica; ya no cuestionan el orden establecido, sino
que contribuyen, a su manera, a afirmarlo. Ya no son conducto de valores e
ideales, sino que se transforman en mercancías destinadas al consumo en masa.
El progreso técnico es la causa de esto,
porque la sociedad industrial hace retroceder progresivamente la miseria, la
Negación es negada, la cultura superior queda despojada de su trascendencia.
Los valores culturales caen al nivel de lo cotidiano. Los conflictos clásicos
que constituían la fuerza de la novela o del teatro son ahora todos
susceptibles de una solución técnica, de una «reducción» al mundo banal y chato
de todos los días.[14]
El lenguaje, el arte, en sí toda forma de cultura, toda manifestación
humana, es absorbida por la era de la técnica. Pero ya apuntamos antes que el
problema no es la técnica, ni la industria, sino el abandono que han hecho
quienes implantan estas tendencias de los valores humanísticos. De lo que se
trata entonces no es de eliminar y estar en contra de la tecnificación o
industrialización, que en cierta medida hacen la vida más cómoda y fácil, sino
que se trata de humanizar estas prácticas, de que en la educación de las
personas estén incluidas la reflexión y la práctica del humanismo, que en la
educación, se incluya a las humanidades.
IV. Las humanidades y la dignidad
Precisemos ahora,
¿para qué las humanidades? La instauración y seguimiento de un humanismo tal y
como lo hemos señalado antes ayuda a recuperar la dignidad del hombre.
Entiéndase la dignidad humana como el seguimiento de aquel imperativo
categórico que Immanuel Kant enunciaba «obra de manera de tratar a la humanidad
tanto en tu persona como en la persona de otro, siempre como un fin y nunca
sólo como un medio».[15]
Esto nos dice que todo hombre no tiene un valor relativo, es decir, que no
tiene precio, por tanto lo que tiene es la dignidad. El que no tenga precio significa
que no tiene equivalencia alguna, que no puede ser sustituido, que tiene
dignidad.
Sustancialmente, la dignidad de un ser
racional consiste en el hecho de que él no obedece a ninguna ley que no sea instituida
también por él mismo. La moralidad, como condición de esta autonomía
legislativa es, por lo tanto, la condición de la dignidad del hombre, y
moralidad y humanidad son las únicas cosas que no tienen precio.[16]
Una defensa del humanismo representa una defensa sobre la dignidad del
hombre, mas ¿cómo es posible esa defensa? Para empezar, hemos dicho no eliminar
ni sustituir el estudio de las humanidades en la educación básica y superior. Dentro de la actual agenda de las Ciencias Sociales y las
Humanidades hay un conjunto de nuevos desafíos que atañen a su organización y a
sus formas de reproducción y renovación. Estos nuevos desafíos son parte del
compromiso de dar respuesta oportuna a las necesidades de una sociedad en
continuo cambio. La Sociedad Mexicana de Ciencias plantea una serie de retos
que servirán para recuperar tanto la actitud humanista y la defensa de las
humanidades en las instituciones académicas. Entre otros retos se destacan las
siguientes necesidades:
a) Producir nuevos conocimientos, en particular sobre los
procesos de cambio emergentes. Revisar los cuerpos teóricos vigentes,
actualizar las metodologías y las técnicas de investigación y análisis.
Desarrollar una visión crítica y, a la vez, constructiva sobre los cambios
sociales y culturales.
b) Actualizar las líneas de investigación buscando y
proponiendo que tengan mayores repercusiones en la sociedad y en el ámbito
general del conocimiento.
c) Trabajar en áreas de conocimiento transdisciplinarias y
auspiciar programas de investigación multidisciplinarios.
d) Propiciar el establecimiento de redes (nacionales e
internacionales) y otras formas de vinculación entre las instituciones y los
investigadores del área.
e) Modificar los planteamientos curriculares (planes de
estudio y métodos de enseñanza) para formar a los nuevos profesionistas que
reclama el sector laboral y, particularmente, la propia profesión
académica.
f) Intensificar las formas de cooperación e intercambio
académico, la movilidad académica nacional e internacional y las formas de
participación de los estudiantes de postrado en las instituciones del área.
g) Posibilitar procedimientos que aseguren la reproducción
de la base académica de las instituciones de investigación en el área.
h) Establecer procedimientos para sistematizar las formas
de vinculación de la investigación del área con los sectores sociales,
gubernamentales y académicos.
i) Gestionar recursos para el fortalecimiento y la puesta
al día de los acervos bibliográficos, documentales y otras fuentes de
información en las bibliotecas y centros de documentación de las instituciones
del área. Avanzar en la formación de una red integrada de recursos
bibliográficos y documentales.
j) Apoyar los procesos de investigación a través de las
nuevas tecnologías de la información.
k) Definir formas específicas de evaluación para los
proyectos de investigación del área y dar criterios para su financiamiento.
l) Aportar nuevos enfoques en los ámbitos de debate y de
generación de lineamientos de política social del país.
m) Hacer visibles las prácticas y productos de la
investigación del área y trabajar en procesos de sistematización de las líneas
de investigación existentes.
n) Elaborar un nuevo compromiso ético con la sociedad.[17]
Estas son las propuestas para promover, intensificar y defender el
estudio de las humanidades desde un humanismo, desde la dignidad del hombre. Lo
que ahora sigue es que ustedes se involucren en ello.
FUENTES
Academia Mexicana de Ciencias, Sección de
Ciencias Sociales y Humanidades. Propuesta
para el desarrollo de las Ciencias Sociales y las Humanidades en México, México,
Marzo de 2001.
Abbagnano,
Nicola, Diccionario de filosofía, F.
C. E. México, 1983.
Círculos
de estudio existencial, CEE. Humanismo y
Humanismos, Biblioteca Anthropos de Psicología existencial y Psicoanálisis.
Asociación colombiana de análisis existencial. ACDAE.
Diccionario
de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996. Empresa Editorial Herder S.A.,
Barcelona. Todos los derechos reservados. ISBN 84-254-1991-3. Autores: Jordi
Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
KANT,
Immanuel, Fundamentación de la metafísica
de las costumbres, Editorial Porrúa, México, 1972.
MARCUSE,
Herbert, El Hombre Unidimensional, Ensayo
sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada, Joaquín Mortiz,
México, 1963.
MASSET,
Pierre, El pensamiento de Marcuse,
Amorrut Editores, Buenos Aires, 1972.
MUNIZAGA,
Roberto, El humanismo y las humanidades,
Revista Chilena de Humanidades. Universidad de Chile. N° 1 1982. Págs. 33-35.
PICO
DELLA MIRANDOLA, Giovanni, De la Dignidad del Hombre, con dos apéndices:
Carta a Hermolao Bárbaro y Del Ente y el Uno, Editora Nacional, Madrid,
1984.
PICO
DELLA MIRANDOLA, Giovanni, De la Dignidad del Hombre, con dos apéndices:
Carta a Hermolao Bárbaro y Del Ente y el Uno, Editora Nacional, Madrid,
1984.
[1] Giovanni Pico Della Mirandola, De la Dignidad del
Hombre, con dos apéndices: Carta a Hermolao Bárbaro y Del Ente y el Uno.
[2] Werner Jaeger, Paideia.
[3] Ibidem, págs. 4-8.
[4] Miguel León-Portilla, Las humanidades, Periódico La Jornada.
[5] Ibidem.
[6] Ibidem.
[7] Academia
Mexicana de Ciencias, Propuesta para el
desarrollo de las Ciencias Sociales y las Humanidades en México..
[8] Silo. ¿Qué
entendemos hoy por Humanismo Universalista? Conferencia publicada en el
Anuario 1994. Centro Mundial de Estudios Humanistas. Edición simultánea en ruso
y español.
[9] Herbert Marcuse, El
hombre unidimensional. Ideología de la sociedad industrial avanzada.
[10] Ibidem.
[11] Ibidem, pág.
105.
[12] Pierre Masset, El
pensamiento de Marcuse, pág. 15
[13] Ibidem.
[14] Ibidem.
[15]
Immanuel Kant, Fundamentación de la
metafísica de las costumbres, pág. 39.
[16] Nicola Abbagnano,
Diccionario de filosofía, pág. 325.
[17] Asociación Mexicana de Ciencias, Propuesta para el desarrollo de las Ciencias Sociales y las Humanidades
en México.
0 comentarios