Para
Alejandra.
I
Nadie vendrá a
decirme que por lugar común
fumar cuando
llueve no debe habitar este poema,
que a los
lunares bonitos se les cantaron muchas rancheras
y que métetelo
en el culo no consigue un soplo febril
del triunfo de
un limpio verso.
El cigarro erige
un templo para orar
frente a
cualquiera y bendecirlo
con una bocanada
profunda de humo
de nuestro rito,
y la lluvia que
nada más suena
y estos versos
con cigarros y esperas.
Ahora entiendo:
decir que se fuma
mientras llueve
es respaldar un
plagio humano.
II
Hay acertijos
que no se resuelven
pero se repiten,
café con leche,
por ejemplo,
manos de niña,
ratas de caño en
el sofá.
También
un cuerpo sobre la hierba en invierno,
un automóvil
repleto de ciegos,
y mi entumecido pene
atento a los
resguardos de sudor
que llorar deja
en la piel.
OSCAR EDGAR LÓPEZ.
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