De
la oscura persistencia del sol
camino el medio día de un sol lleno de sudor
su
aliento cansado rechina en mis pies
él se imagina funesto fruto
fertilidad
pero no es más que un fatal espejo que imita un
incendio
(el incendio de una tierra que ni al arder
posee luz)
me arrancaría la piel para con la brasa de mi carne
enseñarle que el fuego se dice
en el silencio y la oscuridad
pero es
sol no cree en la sombra
no entiende de finitudes
no intuye que a veces debería irse
silbar como los vientos
danzar con la lluvia
quién le dirá que lo piensa la muerte desvelada
que su
olor a desierto es un sueño que nadie tuvo
que
es la enfermedad que el hombre no conoce
que es noche
desde los inicios
noche
de confines
en la que él es sólo un cuento de inmortalidad.
En espera de la ocho
a esta ciudad nada importa el sudor de la
pluma
delirios y huellas no son hallazgo
sino
golpe a la respiración de las aceras
arde un impulso de concreto
los
cimientos calzan la venganza de tornarse cuesta arriba
dirigen una orquesta de
músicos sufrientes de su paso
esguinces y cansancio son
contenidos en una nota
partitura la dolencia la voz agitada
pero en esta calle casi equívoca
esa sinfonía—mate amargo se arrepiente
se vuelve cicuta para todo sonido
coágulo del tiempo
letargo progresivo
el viento advierte una espera que escapa a las
palabras
esta calle acecha con sus contornos y sus
silencios—cien—nudillos
qué espera es ésta que atrofia el movimiento
—ha de llegar aquel sonido que nos salve
uno desafinado hasta los huesos
que guarezca nuestros pies
ha de
volver aquel ritmo del que dios se ha olvidado
a
quitarnos la parálisis el silencio
a
devolvernos el mundo—
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