REALIDADES
Despierta, despierta… es
el momento de que despiertes. Cuando escuches el chasquido de mis dedos debes
despertar en ese instante. 1, 2, 3…
-
No
te preocupes, ya estás bien.
-
¿Estoy
bien? No recuerdo nada. ¿De qué estás hablando?
-
No
hay nada que recordar, tú estás bien y es lo único que valdrá la pena recordar.
-
¿Dónde
está Luis?
-
¿Luis?..
Él está dormido, no te preocupes por él, lo importante es que tú estás
despierta.
-
¿Dónde
está Luis?
-
Él
no está aquí en este momento, él está dormido.
-
¿Dónde
está Luis?
-
Perdido
en un sueño.
-
…
¿De qué estás hablando? ¿Por qué no está a mi lado?.. Tengo sueño, creo que
debería dormir.
-
No,
no lo hagas. Si te duermes puedes despertar en otro lugar y, créeme, no hay
mejor lugar que este.
-
No
importa. Despiértame cuando llegue Luis.
-
Trata
de despertar rápidamente cuando escuches esa voz.
-
No
importa.
Despierta, no debes
mantener los ojos cerrados. Despierta.
-
¡Qué
claro y brillante está el día! ¿No crees, Luis?
-
Sí,
muy azul. Creo que nunca había visto el cielo así, es un azul diferente, muy
claro. ¿Sientes este pasto, Luisa? Se siente como si no fuera real.
-
No
te entiendo, ¿de qué hablas? Te ves diferente. Y el pasto… pues es como todos
los pastos.
-
No
has despertado, Luisa.
-
¿Qué?
-
Es
difícil explicarlo, pero tienes que despertar, no aquí, aquí no vale la pena.
-
Creo
entenderlo…
Despierta, este es el
lugar indicado. Despierta ahora.
-
¿Huele
a formol? ¿Es otro techo desconocido? No lo reconozco, aunque me parece
familiar.
-
Señores Betancourt, es algo complicado
lo que les voy a decir. Lo más probable es que Luisa no despierte…
-
¡Qué
extraño lugar! Luis se ve muy tranquilo en aquella cama.
-
Tuvo daños muy severos en el cráneo…
-
Pff!
Este estúpido no sabe lo que está diciendo. ¡Qué no ves que ya estoy despierta,
idiota!
-
Podría pasar así el resto de su vida o
podría despertar en este mismo instante con el chasquido de mis dedos.
-
Creo
que no me escucha, estoy algo afónica y no puedo decir palabra alguna.
-
Ustedes tienen la última palabra de lo
que quisieran hacer.
-
¿Última
palabra? ¿Estás oyendo, Luis?
-
Sí.
-
Qué
sarta de tonterías dice ese señor, ¿verdad?
-
No
lo creo.
-
Ha respondido al tratamiento de
estimulación, pero, sinceramente, no es algo para despertar esperanza alguna en
ustedes.
-
¿No
lo crees? ¡Bah! Ya no hablaré contigo. Mejor sigue durmiendo que mucha falta te
hace.
-
…
Despierta,
no debes seguir durmiendo, sal de ese lugar y despierta.
-
¿Qué
te pasó en la cara?
-
Nada,
sólo un accidente en las escaleras.
-
¿Seguro?
Parece como si te hubieran rasguñado.
-
¡Ay!
Se me olvida que no tienes sentido del humor.
-
¿Realmente
no lo recuerdas?
-
¿Recordar?
Cómo odio que me hables en clave, Luis.
-
Creo
que te has saltado algunos momentos, estás despierta, tal vez, pero no donde
deberías. Sigues pensando en…
-
Sabes,
he tenido unos sueños extraños últimamente. Siempre escucho una voz que me dice
que me despierte. No entiendo. Te soy sincera y te digo que me está fastidiando
un poco todo eso. Despierta, duerme, despierta, duerme. Lo peor de todo es que,
aunque trate, no puedo dejar de escucharla.
-
Tienes
que hacer un esfuerzo y entender, sobre todo a esa voz. Despierta cada vez que
te lo diga, sino no nunca te dejarán en paz esos “sueños”. Vaya, digamos que
son una clave.
-
Y
vuelves con las claves. ¿Clave para qué?
-
Para
que despiertes.
-
¿Despertar
en dónde? ¿De qué? Tú también has estado actuando muy extraño desde el otro día
en el hospital y en el parque.
-
Yo
no soy el que está actuando extraño, tú eres la que hace que yo actúe así. Yo
no soy yo en este momento, yo soy lo que tú quieres que yo sea. ¿No te das
cuenta? ¿No ves ese horizonte tan descolorido? Mejor duérmete, Luisa.
-
Cállate,
deja de decirme eso.
-
Duérmete
ahora, es lo mejor.
La mañana del 25 de febrero de este
año se descubrió el cuerpo de un hombre asesinado con un disparo en la cabeza.
Al lado de él se encontró el cuerpo de su mujer quien intentó suicidarse. La
mujer logró sobrevivir y fue trasladada al Hospital Universitario de la ciudad,
en donde se encuentra en cuidados intensivos.
-
¡Wow!
Esa gente si está loca ¿verdad? Mira que matar a su marido y después tratar de
suicidarse. Lo peor es que no lo consiguió, eso es ser torpe.
-
¡Mmm!
Déjame ver. No los critiques, podríamos ser nosotros.
-
¿Qué?
-
O
los vecinos o mis primos o qué se yo.
-
…
A veces realmente me sorprendes con los comentarios que haces.
-
¿Vienen
los nombres?
-
No.
Es tu
última posibilidad de despertar.
-
Lo mejor será que descanse ya, ¿no
crees?
-
Esto es muy difícil, pero creo que ya
debería de dormir y no esperar un milagro.
-
Hola,
mamá.
-
Qué hermosa te ves, m’ija.
-
Je…
gracias, hoy me arreglé un poco más.
-
Y pensar que siempre te veías así.
-
¿Veía?
Tú siempre con tus pasados y nunca aterrizas el presente.
-
¿Te acuerdas cuando íbamos al parque?
Eras muy pequeña, no creo que recuerdes ese parque que tanto te gustaba.
-
Claro
que recuerdo. Era el parque con ese enorme árbol en medio, ¿verdad?
-
Tenía un enorme árbol.
-
Dile adiós.
-
No puedo… déjame platicar un poco más
con ella.
-
Platicarás con ella en la casa, en la
iglesia, en el parque, en todos lados.
-
No, no puedo.
-
Ya
me voy, Luis me está esperando. Hoy cenaremos en ese restaurant tan elegante
del que te platiqué el otro día.
-
Despierta, por favor.
-
…
Creo que se ha dormido. Es lo mejor,
se veía fastidiada y necesitaba un buen descanso. Creo que pasó por muchas
cosas.
Duerme. Ya no hay por qué despertar
ni donde hacerlo.
-
Siento
muy pesados los ojos. Buenos días, Luis.
-
Buenos
días.
-
¿No
ves algo diferente este techo?
-
Otro
techo desconocido. Sería mejor si pudieras despertar.
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Autor: Leopoldo Solís Ontiveros
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