Elsa Cross: entre el canto y la conciencia


ELSA CROSS: ENTRE EL CANTO Y LA CONCIENCIA



Gustavo Santillán


Entre la literatura y la filosofía, entre la escritura y la docencia, Elsa Cross ha escrito una poesía que nos remite ante todo a un estado de conciencia: los sentidos no sólo contemplan sino que construyen tanto nuestro mundo exterior como nuestro universo íntimo. El poema, que es siempre lenguaje, es siempre magia: no retrata: transfigura: no expresa: es en sí mismo una experiencia.

En la antigüedad griega la poesía y la filosofía estaban unidas. Grandes autores expresaron distintos pensamientos en largos poemas de líneas abstractas. Con el tiempo, la filosofía se expresó a través de otras formas y la poesía experimentó nuevos caminos. Sin pretender retornar al pasado, la poesía de Elsa Cross parecería una poesía filosófica, si no fuera porque en el fondo toda poesía es en sí misma filosófica no porque contenga bellos, sino porque ofrece nuevos sentidos y nuevas percepciones sobre el mundo y el lenguaje.

Los poemas de Elsa Cross son generalmente de corta extensión y verso libre, de ritmo verbal pero sobre todo de ritmo intelectual. Ofrecen la perspectiva no de una plenitud dichosa sino de una dolorosa plenitud, donde el amor es más reflexión que romanticismo y menos aventura que encuentro. Transmiten la sensación de inmovilidad; también, de una mirada contemplando quietamente el vértigo de las pasiones y los pensamientos.  Ajena al tiempo, su poesía no tiene un momento propio del día: pertenece a un instante de reposo donde la luz y la oscuridad son discretos matices del paisaje verbal de la conciencia.  Su intimidad es sobre todo una exploración de su interioridad: remite no tanto a dramas como a preguntas. Los poemas son, precisamente, tentativas de respuestas a tales interrogaciones. No se trata del sentido de la vida o de la explicación del mundo, sino de respuestas provisionales a preguntas permanentes. Por esta causa, afortunadamente, su poesía no ofrece verdades sino visiones.

     Amante de la filosofía y profesora universitaria, mujer discreta y poeta reconocida, Elsa Cross ha sido una presencia constante en la vida literaria de nuestro país en las últimas décadas. A juzgar por sus publicaciones en libros y revistas, escribe no de forma episódica sino de manera permanente. La poesía es parte de la respiración básica de nuestra autora. Ha preferido sin excusa ni experimentación el verso libre de corta extensión. En este sentido, sus poemas son más un momento verbal que una construcción intelectual.  Los versos ofrecen no tanto un panorama o un paisaje como una inquietud y una interrogación. Son obras abiertas: las interpretaciones del lector son las posibilidades del poema. No son unívocos; menos aún, lineales. Sus palabras apelan no tanto a imaginación como a nuestra reflexión. No es una poeta interesada en la imitación de la naturaleza. Cercana a la filosofía hindú, sus poemas son espirales donde verbos y adjetivos aspiran a donde los adjetivos y los verbos no llegan: a expresar la plenitud que es siempre vacío.

La lectura de sus versos proporciona la sensación de enfrentarse no tanto a afirmaciones rotundas o a negaciones contundentes, sino a interrogaciones imborrables. Cross no es una autora de muchos temas. La mayoría de sus poemas giran alrededor de algunas obsesiones: destaca sobre todo el tema amoroso.  Pero no se trata de un amor donde el deseo y la pasión construyen éxtasis o decepciones. Es un amor sereno donde los cuerpos son ante todo presencias antes que amantes. No es una poeta de índole sexual: no aparece el furor de la carne o la transparencia del erotismo. Es un amor donde el elemento central es el diálogo. Subrayo: el diálogo con el otro que es siempre uno mismo.

La poesía de Cross experimenta no tanto una evolución como un perfeccionamiento en sus medios expresivos y un ahondamiento en sus temas centrales. Cada poema es una variación de ese poema único que es su poesía entera.  Alusiones a la mitología tanto griega como hindú aparecen en sus versos. Pero sobre todo su poesía se construye a partir de espirales de alusiones: sus versos son acercamientos a las realidades verbales que los mismos versos construyen. Es una obra vivida y pensada, donde el ritmo es indistinguible de la reflexión.

No es común la primera persona en la obra de Cross. Sus poemas no son soliloquios sino diálogos en ocasiones con personas y siempre con las palabras. Privilegia las imágenes a las metáforas. En este sentido, la obra de Cross es una conversación más cercana al silencio que a la elocuencia. Se ubica entre el verbo y el verso, entre la palabra y el lenguaje. Situada a la misma distancia del canto que de la conciencia, su obra es una lenta pero permanente construcción de interrogaciones dentro de un mundo donde priva por un lado el escepticismo y por el otro el monólogo. Cada día es más difícil tanto conversar como convivir. Entre el silencio asfixiante y el ruido ensordecedor, entre la palabra que quiere ser dogma y el dogma que se presume como verdad aparece siempre la poesía: una presencia discreta pero poderosa en la vida y la conciencia. Nos recuerda que al mismo tiempo somos palabras y somos personas: cada uno es tanto una versión del hombre como una visión sobre la humanidad. Somos individuos, pero ante todo somos partes de un todo que quizá nunca comprendamos, pero que a través de la poesía intuimos. 



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